Eric Laurent: “El efecto
crisis produce una incertidumbre masiva” (10-05-2012).
Para el psicoanalista francés hoy la adicción al
juego, al sexo, al trabajo, las toxicomanías… son síntomas de la desagregación
de los lazos sociales devenidos de la crisis de las representaciones de la
autoridad, entre otras. Allí Laurent revindica el papel del psicoanálisis,
aunque “no produzca buenas noticias”
Por Pablo E. Chacón (Revista Ñ - 25 de mayo 2013).
ERIC
LAURENT. El psicoanalista francés en su última visita a Buenos Aires (David
Fernández)
Contra las
certezas universales, el psicoanalista francés Eric Laurent reivindica el lugar
desacoplado de su práctica en el régimen de discurso dominante en la época, el
de la ciencia. Y cuestiona los resultados de las “soluciones” globales al dolor
de vivir, aplastado por un optimismo mercantilista que no hace más que generar
nuevos inconvenientes y una angustia que a falta de brújulas singulares, se
oscurece por medio de fármacos, drogas, soluciones inmediatas, compulsión y
placebos como el consumo sin freno y la felicidad obligatoria. Esta es la
conversación que sostuvo con Ñ digital en un aparte de su participación en el
VIII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) que sesionó la
semana pasada en Buenos Aires.
La crisis
financiera global, ¿cómo encuentra a los analizantes, sometidos cada vez a
efectos más nocivos que se venden como soluciones?
Los
encuentra de manera más grave, más angustiados, perdidos. Diría que en los
analizantes, el “efecto crisis” provoca una incertidumbre masiva. Esa angustia
puede escucharse. Las cosas aparecen ensombrecidas. Existen más depresiones,
una notable ausencia de deseo, según cada sujeto. Pero hasta los que están más
animados, incluso los hipomaníacos, los que desafían al fetichismo del
contexto, también están marcados.
Los
síntomas ¿cambian, han cambiado en este año y medio?
Los
síntomas son los que aparecen, los que ya aparecen: toxicomanías en general;
todo (o casi todo) puede transformarse en algo adictivo; el juego, el sexo, el
trabajo, etcétera; y como respuesta, al interior del discurso del amo, una
mayor voluntad de vigilar, castigar, prohibir, que provoca en el sujeto,
lógicamente, una creciente voluntad de destrucción. ¿Quieren prohibir? Entonces
quiero más. Esto es muy común entre los jóvenes. Pero no sólo entre los
jóvenes. Pero los jóvenes, de esa manera, demuestran la impotencia del otro, su
megalomanía, sus maneras de sobrevivir a la punición. Porque también es
evidente la transformación del ideal de juventud: ahora se trata de conseguir
una juventud “eterna”.
¿Eso es
lo que se llama la “infantilización generalizada”?
Digamos
que la desagregación del lazo social es contigua a la caída de las
representaciones de la autoridad y a las prohibiciones que implica. A pesar de
que Freud dijo que en la cultura existe algo que no anda, un malestar, ahora
hay un plus, un “más” que se intenta civilizar sin éxito, y que provoca el
retorno de una voluntad de goce nueva, imparable. Y que por esa razón, de
estructura, se produce un llamado de más vigilancia y más prohibición.
El sujeto
del tardocapitalismo, inerme, desamparado, ¿cómo enfrenta la angustia?
El
recurso más difundido hoy día es el uso de alcohol y drogas. Existen
antecedentes: la prohibición del alcohol en los Estados Unidos durante un
tiempo el siglo pasado. Esa política multiplicó los mercados negros y el
consumo. Y lo mismo pasó con las drogas: prohibición, “permisividad”. Después,
guerra contra las drogas. Y el efecto resultó el contrario al buscado. ¿Es una
política? No lo descartaría. Ahora mismo, el consumo de drogas está
globalizado. Y aparecen nuevas sustancias todo el tiempo. Además de mafias y
armas a un nivel nunca visto. Y Estados de Derecho en peligro. México, por
ejemplo, que está al borde de la catástrofe.
Legalizar
el consumo, ¿no sería un principio de solución?
Es
relativo. Pero sí cambiar de perspectiva. En la reciente cumbre de Colombia, el
presidente de Guatemala dijo sobre este tema que habría que empezar a pensar en
otro sistema. Y después lo hizo el presidente colombiano. Porque de atender a
la dialéctica estadounidense sobre alcohol y drogas, el efecto es tanto un
llamado al goce como a una mayor vigilancia. Pero liberalizar sin control es
tan absurdo como soñar que se terminará la producción de sustancias. A mi juicio,
no se trata de liberalización o prohibición total sino de adaptación: cómo
puede ser regulada cada sustancia, para reducir el daño a los estados, a la
gestión policial y a los sujetos. Eso implica un cálculo político. Entre el
empuje al goce y la prohibición, el problema no se resolverá por una dialéctica
que ya mostró sus resultados. Es necesario inventar instrumentos de
orientación, incluso instrumentos legales nuevos para salir de esa falsa
oposición, que es la doble cara de la pulsión de muerte.
¿Y qué
está sucediendo con los llamados trastornos alimenticios, la anorexia, la
bulimia, la obesidad?
Están en
la misma serie anterior. Pero aclarando que esos males son propios de países
que han “resuelto” el problema de la alimentación. Porque no es lo mismo en las
zonas donde la comida casi no existe y lo que está en juego es la
supervivencia. Pero en el caso de estar “resuelto”, puede verse que la pulsión
oral es imposible de domesticar. Y tenemos también las dos caras: restricción o
producción. Del lado femenino, existe una industria de la “belleza” anoréxica.
Y del otro, la bulimia: en los Estados Unidos, en el lapso de una generación,
se ha multiplicado el número de personas obesas. Y los factores son similares y
distintos, y múltiples las determinaciones, como en el caso de las
toxicomanías: destrucción del lazo social, ansiedad, demasiada azúcar,
demasiada sal, producción de alimentos artificiales, etcétera. Y un dato nuevo:
la voluntad de hacer desaparecer el tabaco… está muy bien: limitó el número de
los cánceres de pulmón, pero sorpresa, aumentó la cantidad de casos de
diabetes. Porque el tabaco era una manera de controlar el peso. Y el peso es un
factor central en la diabetes.
Pero ¿no
se hicieron estudios previos?
Existen
médicos que reconocen que esos efectos -colaterales- no se calcularon. La
diabetes, ahora, es la causa de muerte más común en los países centrales.
Esto no se puede resolver con una prohibición: prohibir el azúcar, el tabaco,
la sal, las grasas. Esos son sueños… sueños de la razón que producen monstruos.
Entre el empuje al goce y la prohibición, se producen impasses…
¿Cómo
resolver esos impasses?
Creo que
con soluciones “a medida”, para cada uno. Pensar soluciones globales, leyes
universales que resuelvan esta situación, normas de salud impuestas por
burocracias sanitarias, es otro sueño. Pero encontrar, cada uno, un camino
entre estos impasses, eso es posible, de acuerdo a la relación particular que
se tenga con el goce. Aclarando que el psicoanálisis no está en todos lados. Y
que su dignidad como práctica implica cierto desajuste respecto a las normas de
la civilización. El psicoanálisis no produce buenas noticias. No promete la
felicidad inmediata. Pero lo más importante es que no es una ciencia. Y el
régimen de discurso dominante es la ciencia. El psicoanálisis es una disciplina
crítica, que constata los efectos de la ciencia. Es el discurso que comenta los
efectos de la ciencia sobre la civilización. Y sobre los sujetos, uno por uno.
Pero el modo de certeza del psicoanálisis también es criticado, es odiado,
rechazado, porque no puede ser alcanzado fuera de la cura analítica.
¿Criticado,
odiado, rechazado?
Efectivamente.
Porque para obtener una certeza (singular), hay que pasar por la experiencia
analítica. Eso es lo que se rechaza. La ciencia, en cambio, no supone ninguna
experiencia singular. Supone la razón, el cálculo y el trabajo. El
psicoanálisis ocupa un lugar extraño, como el de un inmigrante. Porque el orden
simbólico, tal como se lo conocía, no existe más. Existen sólo las leyes de la
ciencia. Pero la ciencia no puede dar cuenta de todo. La teoría de todo no
existe. La difusión de la ciencia en este nuevo orden, hace que el sujeto sea
enviado a sus angustias fundantes, sin saber cómo orientarse. Y la salida, en
esta visible oscuridad, no parece pasar por las buenas intenciones, las
religiones privadas o las variaciones new age.-